Rentabilidad a cualquier precio, credibilidad e influencia de los medios

Periodismo

Un viejo aforismo dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra. El periodismo es la actividad humana en la que se tropieza siempre en la misma piedra y con idénticos resultados. El caso Asunta, la menor que apareció muerta el pasado 22 de septiembre en las afueras de Santiago de Compostela es el último ejemplo de ello.

De nada han servido las lecciones que ha dictado la realidad con casos como el de Dolores Vázquez, condenada por un tribunal de jurado popular por el asesinato de la joven Rocío Wanninkhof, tras ser víctima de errores e irregularidades por parte de las autoridades policial y judicial. Los medios de comunicación —unos más que otros— se lanzaron sobre el asunto sin respetar la presunción de inocencia, constituyéndose, en virtud del derecho a la información, en tribunal de orden público y sentenció para siempre a la acusada antes de que se reuniese el jurado popular.

Cuando se descubrió que el asesino era Tony Alexander King, no hubo petición de disculpas ni propósito de enmienda. Ni por parte de la Fiscalía, ni del juez ni de la autoridad policial que llevó a cabo la investigación. Tampoco los medios pidieron perdón, ni a Dolores Vázquez ni a sus respectivas audiencias, a las que suministraron falsedades como  información veraz y contrastada.

La serie de sucesos en los que los medios se abalanzan sobre tragedias similares para captar audiencia a cualquier precio es interminable. Alcásser, Anabel Segura, Marta del Castillo, No importan ni la ética ni la deontología profesional. Y mucho menos la presunción de inocencia y el derecho al honor, tanto de víctimas como acusados y familiares. Todo vale.

En el caso Asunta se han vuelto a repetir las mismas miserias profesionales. Los medios de comunicación—salvo honrosas excepciones— han publicado sin reparos conjeturas policiales sin el menor contraste de la información (acudir a más de una fuente y sin relación entre ellas, parece que es una práctica que ha caído en desuso).

Estrategias diferentes

También ejercieron de altavoz del fiscal del  juez instructor (éste, con inusitada vocación de tertuliano) que emitieron opiniones sin soporte de pruebas que las sostuvieran. No importó que la estrategia de la Policía, del juez  o del fiscal fuese generar un clima de presión sobre los acusados. Aunque para ello fuese necesario difundir rumores sin ningún rigor. Esa es su estrategia, pero la de los medios debe ser el compromiso con la veracidad de los hechos y con la audiencia.

Una vez más, los periodistas —los contenidos de los medios aún los generan “periodistas”—han aprovechado la ocasión para dar rienda suelta a su creatividad y comenzaron a escribir crónicas en los aledaños de los bares compostelanos, plagadas de comentarios tabernarios sin más sostén que el de fabulación. Así, para los acusados, los padres de Asunta, se inventaron perfiles, chismes, rumores, amantes, herencias inaccesibles… todo un magisterio de novela negra. Algunos aprendices de Truman Capote vieron en este caso su oportunidad de rescribir A sangre fría.

Las explicaciones aportadas por algunos colegas para tal comportamiento evidencia el momento de confusión que vive el periodismo, la crisis del sector, no solo por la caída de la publicidad y la caída de la rentabilidad de las empresas, sino también por la amenaza que representan para ellos las redes sociales y los medios online. Los códigos éticos y deontológicos de la profesión se convirtieron en papel mojado.

Así, al argumento consabido de que “el público demanda este tipo de información”, se han incorporado otros que demuestran que ya se perdió el norte en el oficio. Unos sostienen que para competir con Internet es necesario generar titulares constantemente. Otros, argumentan que si esas informaciones  “morbosas” no las publican los  medios, se harán públicas a través de las redes sociales.

Credibilidad

Resulta obvio que los medios han perdido la perspectiva de cuál es su plan de negocio y a qué se dedican hace mucho tiempo. No saben cuáles son los valores competitivos y cuáles son las principales amenazas del sector. Se han olvidado que su principal intangible es la credibilidad, el  que permite que sus audiencias acepten como verdad la información que se les ofrece. Pero esa credibilidad no se puede sostener dando noticias sobre amantes diferentes, herencias que cambia de la noche a la mañana o comentarios de porteras.

Sin credibilidad, ningún medio de comunicación tendrá influencia social. Sin influencia ni credibilidad, la publicidad no permanecerá mucho tiempo, porque la audiencia no será atractiva. La viabilidad del proyecto se tambalea.

Y la credibilidad se gana aportando informaciones veraces, contrastadas por más de una fuente y con criterios de servir al interés general, sin caer en cuestiones que no aportan nada para esclarecer el caso. Esa es la diferencia del periodismo (bien hecho) de las noticias difundidas por las redes sociales o en las tabernas. Son informaciones rigurosas y no comentarios de la barra del bar. El público puede prestar atención a los asuntos morbosos, pero es responsabilidad de los medios no ofrecerlos.

Dudosa rentabilidad

La venta de ejemplares de estos días, haciendo periodismo al peso (la información es relevante porque se le dedican muchas páginas) no resolverá las maltrechas cuentas de los medios de comunicación. Pueden captar algunos lectores ocasionales, pero ésos no se consolidan y se incrementa el riesgo de perder a su audiencia fiel. Los principales periódicos gallegos perdieron difusión en el pasado mes de agosto, a pesar de la atención dedicada a la tragedia de Angrois. Tampoco aumentó la publicidad en estas semanas por la atención dedicada al caso Asunta.

La pérdida de credibilidad de los medios es el paso previo a la pérdida de su influencia. Por tanto, a los medios (a sus equipos directivos) hay que pedirles que si bien les trae sin cuidado los códigos éticos y la deontología profesional, piensen al menos en las cuentas de resultado a medio y largo plazo. Los posibles éxitos inmediatos suelen ser una losa para el futuro. Baste recordar que La Noria desapareció de la parrilla de Telecinco tras una campaña generada en redes sociales tras entrevistar a la madre del Cuco, condenado por el asesinato de Marta del Castillo.

Los periodistas, los profesionales que elaboran estas informaciones, también deben pensar en su reputación profesional. Y deben recordar que les ampara la cláusula de conciencia. Y que la servidumbre laboral ahora no vale nada. La hoja de servicios prestados no se tiene en cuenta cuando se trata de reducir (“optimizar”, le dicen ahora) los gastos laborales. Y algunas estrellas también se apagan aunque perdura la estela.

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